¿Somos menos valiosos por albergar emociones negativas?

Publicado en el periódico online el-confidencial  (11/10/2013)     

Muchas personas se hallan interesadas en descubrir cuáles son los resortes psíquicos a pulsar para manejar las emociones negativas, que por otro lado todos albergamos y que nos hacen sufrir, desencadenando a su vez actuaciones inapropiadas que provocan un mayor sufrimiento.

La existencia de sentimientos negativos o displacenteros será una constante inevitable a lo largo de nuestra vida. Aparecerán en relación con los conflictos relacionales que generan la convivencia o con las dificultades y frustraciones a las que nos somete nuestro propio crecimiento o nuestras limitaciones humanas. Saber manejarlos de forma constructiva supone un reto madurativo y no hay que desesperarse, nos puede llevar tiempo.

¿Qué dicen estas emociones de nosotros mismos?

Pongamos ejemplos que nos ayuden a comprender mejor: ¿Si no sintiera culpa, cómo sabría que he herido a alguien? ¿Si siento celos acaso no habla también de mi inseguridad personal o de mis deseos más ocultos? ¿Me frustro cuando algo me es difícil o no tengo lo que quiero?

Estableceremos como un primer paso esencial identificarlos y después reconocerlos abiertamente. Todos contamos con básicas señales emergentes como el malestar subjetivo que nos indica que algo no va bien. Pensemos que esto resulta extraordinariamente útil porque aportan información necesaria y valiosa de nuestro ser, de nosotros mismos. Educan, permiten evolucionar y generan aprendizaje.

Acogerlos, ser honestos y mirarnos de frente es una manera de aumentar nuestro valor y nuestra estima personal. Evitar expulsarlos de nuestra conciencia o bloquear su expresión misma conlleva darnos este mensaje esperanzador:

No somos menos valiosos o menos maduros cuando experimentamos esos sentimientos“.

Dorothy Corkille Briggs, una terapeuta estadounidense muy experimentada nos dice que los sentimientos negativos que se expresan y aceptan pierden su poder destructivo.

Argumenta que muchas de las actuaciones terapéuticas deberán ir encaminadas en ese sentido, estableciendo los siguientes pasos fundamentales.

Identificación de las emociones negativas

Este primer paso entronca con una demanda que dependerá en gran parte del conocimiento del mundo interior que cada uno posea. A mayor conocimiento personal de nosotros mismos más fácil resultará la tarea. En esta fase nos podemos encontrar con el siguiente obstáculo:

¿Qué pasa cuándo no somos conscientes de nuestros afectos negativos y por lo tanto no podemos ponerlos en palabras ni generar pensamientos o soluciones más adaptativas? Como mencionábamos más arriba dado que este primer punto es fundamental, si no lo resolvemos difícilmente avanzaremos hacia otras posiciones.

Sería conveniente empezar un proceso psicoterapéutico que le ayude en la tarea de verse a sí mismo bien cuando estos afectos inconscientes le generan sufrimiento o actuaciones destructivas, bien cuando aparezca sintomatología psicosomática. La introspección personal no es suficiente.

¿Por qué se realiza esta recomendación y cómo le ayudaría un terapeuta en este estadio?

Si bien es cierto que cada uno de nosotros albergamos una conciencia cierta de muchos de nuestros sentimientos, existen otros que se ubican en nuestro inconsciente y que, como la propia palabra indica, serían aquellos que no resultan fácilmente accesibles a nuestra conciencia personal. Un terapeuta podrá ayudarle mucho a conocer las partes escindidas, ajenas a la misma.

Alivio de las emociones negativas y tensiones psíquicas

Cuando la intensidad del afecto es elevada decir a una persona que se calme no parece surtir mucho efecto. Los psicólogos conocen muy bien que una de las formas más rápidas de liberarse de las emociones negativas consiste en alentar su expresión. Saben que los sentimientos negativos que se expresan y aceptan pierden su poder destructivo. Sólo habría que ayudar a encontrar la manera adecuada de llevarlo a cabo para cada persona. Dado que la expresión de los sentimientos descarga la energía emocional, se puede recomendar en estos casos emplear mediadores como hacer deporte, una acción física vigorosa, el baile, el teatro, la música o las palabras, la arcilla, la pintura… de esta manera, se alivia la energía envuelta en la emoción. Cada persona deberá descubrir cuál es la manera o maneras más adecuadas para ella. Llevando a cabo estas acciones estamos ofreciendo una vía de expresión fundamental con sus emociones y una reducción de la tensión psíquica.

Aceptación de las mismas

Es clave relacionar la expresión física del afecto con lo que le sucede emocionalmente al individuo y buscar herramientas para abrir un camino de acceso al mundo interno subjetivo. El terapeuta se erigirá en un guía externo que le acompañará empáticamente y comprensivamente en este proceso. Crear una atmósfera terapéutica donde la persona sienta que no se le evalúa ni se le juzga por ello resulta básico y fundamental. Una actitud comprensiva, empática y acogedora ayuda a que los sentimientos difíciles se revelen y acepten. Llegar hasta aquí muchas veces no es fácil pero habremos ganado ya mucho terreno.

Analizar los motivos

Del cuerpo, a la palabra. De la palabra, al pensamiento. La palabra se erige en un vehículo primordial dado que el lenguaje organiza y estructura el pensamiento. Es la herramienta reina para acceder a nuestro interior y mirarnos de la forma más honesta posible. De nuevo, el terapeuta se trasformará en un valioso acompañante ayudándole a comprenderse, desactivando las resistencias inconscientes que entorpezcan el camino.

El momento de los cambios

Llegados a este punto, pensemos que cuando disponemos de todos los elementos para buscar una solución constructiva siempre resulta mucho más fácil alcanzarla. Inauguramos un tiempo mágico explorando el horizonte, buscando nuevas experiencias que nos predispongan hacia el cambio. Momentos de ilusión para permitirnos crecer y manejar la vida de forma distinta. Habrá intentos, caídas, vueltas a empezar, todo ello imbuidos por el deseo de ser felices atreviéndonos si cabe a ser más que nunca nosotros mismos. Porque volviendo al origen… pregúntese:

¿Cómo va a comprender su mundo interior si hay una parte de sí mismo que rechaza?

¿Cómo va a conocerse si no se enfrenta a los sentimientos negativos que le generan malestar?
T. S. Eliot ilumina poéticamente nuestra búsqueda personal con estos versos:

No cesaremos de explorar
Y el final de todas nuestras exploraciones
Será llegar al punto de partida
Y conocer el lugar por primera vez.

El escritor Carlos Fuentes también nos guía con esta frase almacenada durante años en el desván de la memoria. Ha llegado pues el tiempo de desempolvarla y compartirla con ustedes. Dice así :

La belleza sólo pertenece a quien la entiende, no a quien la tiene, la belleza no es otra cosa más que la verdad de cada uno de nosotros… y tú tienes que descubrir la tuya“.

Merece pues la pena vivir conscientes aunque a veces cueste.