Los padres o sus cuidadores principales, así como todos aquellos que se relacionan con ellos: abuelos, maestros, amiguitos, etc., aportan algo fundamental cuando interrelacionan con los niños dentro de una atmósfera lúdica: una estimulación constante favoreciendo el descubrimiento de nuevas capacidades y retos inimaginables, necesarios todos ellos en su desarrollo vital psicomotor, cognitivo, lingüístico, afectivo, emocional y social.
Asentamos la personalidad
Jugando con nuestros niños favorecemos la construcción y asentamiento de los pilares fundamentales de su personalidad y les ayudamos a algo tan importante como impulsar la emergencia futura de una personalidad autónoma, creativa y feliz en todos los órdenes de la vida.
Es precisamente dentro del juego donde el niño buscará su personalidad real, crucial para su vida
Dado que el ambiente que rodea a los niños lo conformamos entre todos, es importante conocer cuáles son aquellas condiciones que hemos de poseer y favorecer en mayor medida para que, a través del despliegue del propio juego, evolucione el incipiente aparato psíquico del niño hacia una personalidad integrada.
Pensemos en el desarrollo evolutivo. Los bebés nacen con un rudimentario aparato psíquico, que se irá conformando como un “yo” emergente en relación con las futuras experiencias vitales, y que culminará con la adquisición de una identidad plena finalizada ya la adolescencia.
A un bebé le resulta imposible discriminar entre el exterior y el interior de sí mismo. Contribuirá el juego y el espacio privilegiado y único, que se genera entre el niño y la madre (o su cuidador principal, cualquiera que este sea) a ir elaborando esta discriminación entre su yo y el no yo, lo subjetivo y lo objetivo, lo interno y lo externo.
Winnicott, uno de los psicoterapeutas infantiles más importantes del mundo, descubrió que era precisamente dentro del juego donde el niño buscará la personalidad real que es y esto será crucial para su vida y para conseguir una expresión máxima de la misma.
Y expresa este con gran determinación sus conclusiones: “El juego resultará tan esencial para la vida porque es cuando el niño o el adulto usan toda su personalidad, se transforman en creadores y solo cuando una persona se experimenta a sí misma como creadora es cuando descubre qué persona es y siente que la vida merece la pena de ser vivida”.
Entonces su hijo podrá actuar en el futuro como una unidad, como expresión del yo soy, estoy vivo, soy yo mismo.
Hemos de procurar ante todo que jugar resulte una experiencia esencialmente satisfactoria para el niño, creando una atmósfera de pleno disfrute
La mayoría de los padres se dan cuenta de que detrás del juego hay un algo más aunque no lo podamos apreciar, pero que resulta de gran significación para su hijo.
Por todo esto, hemos de procurar ante todo que jugar resulte una experiencia esencialmente satisfactoria para el niño, creando una atmósfera de pleno disfrute amoroso y placentero.
El juego nos brinda la oportunidad máxima de un descubrimiento mutuo. Como padres asistimos asombrados al despliegue de las emociones de nuestros hijos, sus inclinaciones tempranas, sus reacciones emocionales, en definitiva, al milagro de los cambios certeros que experimenta todo ser humano en su fascinante proceso de crecimiento y que culmina con la emergencia de una persona feliz y creativa para la vida.
Usemos pues el juego como herramienta mágica para la expresión sublime del viaje hacia el amor que en su esencia es: conocimiento, de uno mismo y de los demás.
Mucho amor y confianza
“Las expresiones amorosas, las caricias, las sonrisas y alabanzas sinceras contribuyen a crear en el niño un sentimiento de seguridad sobre nuestro amor y fortalecer un sentimiento de confianza básica en nosotros como padres.
Hemos de estar presentes desde una actitud amorosa y receptiva, solo así el bebé y el niño pequeño podrá explorar lo que sucede en el juego espontáneo.
Asistimos a la emergencia de una sucesión de ideas, pensamientos, impulsos y sensaciones inconexas derivadas de su inmadurez y de la consiguiente precariedad de su aparato psíquico capaz de diferenciar entre la percepción del mundo de afuera y de dentro. De ahí deriva la importancia de que en el juego haya cabida para lo espontáneo, lo sin sentido y lo desorganizado.
El juego brinda la mejor oportunidad para descubrise entre padres e hijos
El sentido máximo del juego se produce cuando el niño se sorprende a sí mismo como un ser creador.
Y la recepción cariñosa de los padres hacia aquello que su bebé o su niño quiera comunicarle ayudará a ser reflejado de forma más organizada.
No lo sobreestimules
Debemos ser cuidadosos y constatar que el niño ya se encuentra en condiciones óptimas para ser receptivo a los estímulos, de forma que no les creamos un alto grado de ansiedad, tensión o irritación.
Nos corresponde estimular sus capacidades pero no intentar sobreestimularlo reiteradamente respondiendo más a una necesidad nuestra de ofrecerle cosas o de mantenerle entretenido.
Raquel Tomé López es psicóloga y psicoterapeuta en el Centro Guía de Psicoterapia.