¿QUIÉN SOY YO?

¿QUIÉN SOY YO?

Lila había asistido a la convención anual de Marketing con un grupo del departamento de la multinacional en la que trabajaba. Se hallaba inquieta porque no acababa de entender las razones de su malestar en la relación con sus compañeros. Pensaba que no había hallado la manera adecuada para comunicarse y que era algo de debería de mejorar. Se sentía un poco culpable por ello y no acababa de abandonarla un irritante sentimiento de incomodidad. Así que tomó un poco de distancia de la situación e intentó pensar en qué era aquello que le molestaba.

Lila creía que no acababa de encontrar la manera adecuada de comunicarse. Intentaba escuchar lo que tenían que decirle y, a ese respecto, la comunicación fluía. La dificultad estribaba en que ella no hallaba un mínimo interés en los demás sobre sus opiniones y eso le molestaba profundamente porque se sentía despreciada. Esperaba una comunicación fluida y un intercambio humano genuino y real de interés mutuo. Nada más lejos.

Al salir de esa convención Lila lo vio claro, sufrió una especie de revelación, se dio cuenta de que lo que de verdad ocurría era simplemente que a esas personas sólo les interesaba hablar de sí mismas. No encontró el espacio para una comunicación diferente porque nunca se lo otorgaron. Se había generado un ambiente competitivo en el grupo y ella no era buena en eso, no obstante, se sentía arrastrada por la angustia de tornarse invisible y, frente al no tener nada que decir, acababa diciendo tonterías.

Lila regresó al hotel, ávida de un espacio de silencio propio y reflexión donde sanar su autoestima. Se reconoció ante sí misma que sus sentimientos negativos estribaban en la falta de reconocimiento por el grupo.

A Lila le jugaba en contra que no disponía de un claro sentido de identidad. De hecho, cuando se le preguntaba sobre ella misma su imagen solía ser negativa y describía al detalle todos sus debilidades y errores dejando en un segundo plano sus cualidades y aciertos.

Esta imagen negativa de uno mismo nos conduce a una profunda crisis de identidad. Una imagen negativa nos alimenta de continuos sentimientos de rechazo hacia uno mismo. Entonces, nuestro estilo de vida se ve afectado por una necesidad de reconocimiento y de aprobación, por la necesidad de justificarnos o de obtener logros materiales y éxito.

Cuando no hemos logrado adquirir una imagen positiva de nosotros mismos, una valoración apropiada de nuestras cualidades reales, nos podemos situar fácilmente en posiciones de dependencia y necesitar la aprobación y el reconocimiento de los demás o tratar de compensarlo con logros materiales y éxito.

 



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